A Alejandro González Cordobés siempre le tiró la repostería, en buena medida por influencia de su abuela inglesa, que le enseñó a apreciar el buen dulce.
Los conocidos, los amigos y la familia fueron los primeros en catarla. El boca a boca empezó a funcionar y Alejandro decidió enviar su tentación a distintos críticos gastronómicos. Y la cosa siguió a mejor. «Fue un éxito rotundo», cuenta ilusionado.
El caso es que lo que era una afición empezó a vislumbrarse en el horizonte como una posible salida laboral -antes trabajaba con su abuelo en una clínica de fisioterapia-. Y se lanzó. «Poco a poco empecé a coger encargos»: Sólo hace diez al día. «Las hago una a una. Y eso ya me supone 14 horas de trabajo al día», dice este repostero autodidacta.
Parte del éxito de su tarta está en los ingredientes: huevos pata negra de Cobardes y Gallinas, una mantequilla excelente y quesos de pequeños proveedores. Y hasta aquí se puede concretar. «Busco la excelencia, aunque tenga poco margen de beneficio», cuenta.
Además de la tradicional de queso, también las hace artesanales de chocolate blanco y mezcla de chocolate con leche y negro… Las semanas de confinamiento le sirvieron para ampliar la ‘familia’ y para experimentar. Al principio, su familia se pensaba que todo este el lío iba a ser algo pasajero, pero parece que no. «Ya tenemos logo», dice orgulloso. La cosa ya va en serio….